¿DÓNDE QUEDARON TUS SUEÑOS, EZEQUIEL?


Escribe: Wilder Calderón Castro*

Ha pasó una semana. El olor a multitud se disipó en las calles. El estruendo ensordecedor del silencio de los parques ya no clama ¡Justicia! La rutina se ha enquistado, nuevamente en la programación de los noticiarios.

No queda nada de esa estela trashumante de la procesión del pesar que acompañó tu féretro. ¿Dónde están los sahumerios destilando su perfume? ¿Dónde están ahora quienes se rasgaban las vestiduras por tu partida, por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa?

Todos han olvidado las promesas que hicieron frente a tu cuerpo inerte, salvo tu familia. Los “no cejaremos en dar con los responsables de este crimen”, “los haremos pagar por tu muerte”, “no descansaremos hasta llegar al fondo de este caso” y toda esa perorata que recitan de memoria los demagogos que aprovechan la lluvia de flashes, hermano.

Pero, ¿dónde estaban todos cuando pedías justicia por tu hijo político, Roberto Torres, asesinado el 20 de julio del 2010, por protegerte en la puerta de tu casa de los desalmados que irrumpieron en la tranquilidad de tu hogar? ¿Dónde estaban todos cuando pedías garantías por tu familia y protegerla del sicariato, de no sé qué intereses sombríos? ¿Dónde estaban todos cuando no había cámaras filmando? Ellos siempre están para la foto, pero luego ¿qué?

Desde jóvenes abrigamos los mismos sueños, pero siempre estuvimos en veredas distintas como dos paralelas que se unen en el infinito; sin embargo, eso no importaba. Caminé cerca de tu sombra, nos encontramos siempre, mi hermano, en la arenga social y siempre compartimos el credo de la justicia social. “Te quise a mi modo y de a ratos tomé tu voz libre como el agua”, como diría el poeta.

Ha pasado una semana y la frágil memoria colectiva de nuestra clase política, apenas recuerda que un luchador social fue asesinado en Huacho, por un joven sicario, el último viernes 14 de marzo. ¿Dónde están los monumentos de tu efigie que te debe la ciudad? ¿Dónde están todos?

Valientemente denunciabas la corrupción ante el Poder Judicial y Ministerio Público y ya son múltiples las víctimas de asesinos a sueldo: Luis Sánchez Milla, Jorge Boyascky Paredes, José Montalván Macedo, Hilda Saldarriaga Bracamonte.

Aún no puedo creerlo. Dicen que has muerto, pero no creo ni una línea. Tú no puedes morir. El olvido no puede ser panteón de una vida ejemplar. Tu existencia transpone ese maldito alzheimer que ataca nuestra sociedad, pues vives encadenado en el corazón del pueblo. De seguro compartes estancia con Phillips, Arévalo, Barreto y tantos líderes sindicalistas, mártires del pueblo.

¿Dónde quedaron tus sueños, Ezequiel? ¿Cuándo saldremos de esta pesadilla, hermano?

AUTONOMÍA UNIVERSITARIA DE CALIDAD

Escribe: Wilder Calderón Castro
 La autonomía universitaria es obra de generaciones referentes, fundada en la necesidad de preservar impoluto el espíritu de su esencia, lejana de las luchas partidistas del poder político, mediante elecciones universales que decidían a cada uno de los miembros de sus órganos de gobierno.  Esta conquista histórica está acendrada en la necesidad de que quienes conforman los diversos estamentos de gobierno defiendan los intereses de su colectivo, en concordia con los conceptos de desarrollo, progreso, justicia social y afirmación de valores democráticos. 
Nuestra Constitución Política del Estado, en su artículo 18, dice a la letra: “Cada universidad es autónoma en su régimen normativo, de gobierno, académico, administrativo y económico. Las universidades se rigen por sus propios estatutos en el marco de la Constitución y de las leyes”.  Sin embargo, la Comisión de Educación del Congreso de la República trató de enmendarle la plana a este precepto constitucional, al aprobar un dictamen que se piensa discutir, en breve, en el Pleno y que nosotros denominamos la Ley De-Mora, en alusión no sólo al congresista Daniel Mora, sino porque de-mora el consenso, de-mora la concertación, de-mora la educación de calidad, de-mora la investigación científica de calidad.  
De aprobarse, esta ley perpetrará contra el Estado de Derecho un atentado de lesa cultura.  La creación de una superintendencia que esté por encima de las universidades, para señalarle qué hay que estudiar, qué investigar, qué facultades crear, dónde funcionará una nueva filial, viola y desnaturaliza el principio central de la libertad de pensamiento.  La universidad no es un cuartel, donde solo imponemos nuestros pareceres o donde solo podemos oír el “sí, señor” de la tropa.  En tal sentido, el ex presidente Alan García defendió la autonomía universitaria como “un derecho histórico conquistado por el aprismo y Haya de la Torre en el Perú y el derecho de pensar libremente, sin un jefe militar que imponga, qué cosa hay que pensar…”.
Hablar de autonomía universitaria, por antonomasia, es referirse a la calidad educativa.   Y la calidad educativa tiene su correspondencia biunívoca con la formación en competencias, con un currículo prospectivo (mas no retrospectivo), con la investigación científica de calidad, a la infraestructura,laboratorios, docentes de calidad, entre otros.  
La autonomía garantiza la calidad educativa para el desarrollo social sostenible.  Y la calidad educativa no tiene por qué negociarse en los pasillos del hall de los pasos perdidos, en la junta de portavoces o en un lobby en el Congreso; tampoco se garantiza por Ley. 
La calidad educativa universitaria en las actuales circunstancias debe tener en cuenta el Input y Output, del proceso educativo en sí mismo.  El Input está signado por la calidad del alumno que se recibe para iniciar el proceso educativo universitario y los correctivos que debemos plantear para nivelar sus habilidades y requisitos mínimos expresados, en competencias de razonamiento lógico-matemático, comunicación y técnicas de estudio.  La meta del proceso formativo del profesional universitario se debe plasma en la inserción en el mercado y la satisfacción para la empleabilidad en la inserción en el mercado en el Output.
En la aplicación de todo proceso formativo universitario debe tenerse en cuenta métodos, líneas de investigación, perfiles actualizados, como siempre hemos referenciado en artículos anteriores.  Debemos responder a los retos futuros en el que el profesional se incorpore y permanezca en el mercado ocupacional el mayor espacio de tiempo posible, gracias a una gestión administrativa y académica eficiente que garantiza la empleabilidad social de sus egresados. 
¿Todos estos conceptos se cambiarán por ley?  Creemos, modestamente, que no.  Se hace necesario que la nueva Ley Universitaria y las Políticas de Estado mejoren el marco de la calidad educativa, pero desde las perspectivas de la autonomía universitaria.  Es innegable, la necesidad de mejorar los actuales mecanismos de la Asamblea Nacional de Rectores y del CONEAU para garantizar calidad.  Nosotros le llamamos “Autonomía Universitaria de Calidad”.