Escribe: Wilder
Calderón Castro
Este 27 de febrero, el Campo de Marte fue testigo del
multitudinario rechazo contra la denominada “televisión basura”. Los organizadores de esta marcha han visto
superadas sus expectativas de convocatoria, a pesar de no contar con
presupuestos millonarios o difusión mediática alguna.
Todos hemos podido expresar en la Avenida De La Peruanidad,
nuestro hartazgo cotidiano contra los
insufribles idilios armados por una producción, que sin pudor o vergüenza
exhibe miserias de cloaca en formato 16:9, full technicolor.
Ya era hora de hacer sentir públicamente nuestras arcadas
morales por la barbarie amarillista de los noticiarios locales. De decirles ya-basta,
respeten el off the record, no expongan los rostros de nuestros niños en esos
reportajes, donde el rating se mide por mostrar el drama cotidiano sin
cortapisas, sin tapujos. Pululan en
pantallas los primeros planos lacrimógenos.
Ojalá algún día podamos acabar con esos atentados de lesa
cultura cometidos por pseudo comunicadores, que no están preparados para
desenvolverse ante cámaras y donde cada intervención se convierte, por obra y
magia de la ignorancia supina, en un blooper.
Hasta los ochenta, recuerdo gratamente que sabíamos más de
nuestros intelectuales como Jorge Basadre, Bryce, Julio Ramón Ribeyro, del
mismísimo Mario Vargas Llosa. Hoy hemos
reemplazado ese universo intelectual por Gutys, Milets, Harts, Sheylas, Parodis
y toda la fauna proveniente de una dimensión candy del espectáculo local.
La televisión comercial peruana es una ventana pestilente,
cuyo hedor que moldea, a su imagen y semejanza, sus ídolos con barro
putrefacto. Los estándares de belleza
están de la mano de anabólicos y esteroides; atrás quedan los programas a “Lo
que vale el saber” o “La Avanzada Cultural” de antaño.
Pero, así como nuestra capacidad de hartazgo se rebasó con la
“televisión basura” ¿existirá el día que hagamos lo propio para protestar por
la miseria cotidiana de la política criolla?
¿Cuándo será el día qué señalemos también con el dedo acusador a los
políticos tránsfugas, que cambian de camiseta solo por lograr una curul
parlamentaria el 2016?
¿En qué oportunidad el pueblo castigará negándole el voto al
político que engaña y dice, por ejemplo, bajará el gas a 7 soles, y no lo
hace? ¿Cuál será el destino en las urnas
de aquellos demagogos que se reciclan hábilmente en otras agrupaciones
políticas? ¿Dónde están las
convicciones, el ideario primigenio, el credo político, la filosofía
partidaria, la vocación social de servicio de los políticos-candy (léase
políticos tránsfugas que cambian de agrupación política como de pareja)? ¿Solo importa ganar una portada o una
secuencia en el bloque de política (o de espectáculos) para lograr que hablen
de uno? ¿Acaso todo debe ser estar
expuestos mediáticamente?
¿Cuándo saldremos a las calles para protestar por el
enquistamiento de una clase política tecnoburocrática que debe purgar prisión,
pues operan acuerdos bajo la mesa de
negociación -a espaldas de los intereses del país- y son los reyes del diezmo y
la coima en cualquiera de sus formas?
¿Cómo es posible que los anodinos congresistas de hoy (salvo
honrosas excepciones) puedan haber olvidado las lecciones de miembros de la
representación parlamentaria de Luis Alberto Sánchez, Ramiro Prialé, Héctor
Cornejo Chávez, Roberto Ramírez del Villar?
¿Dónde quedó su oratoria parlamentaria (suponemos que en la campaña)?
¿Su verdadera elocuencia está acaso en su abultada billetera?
¿En qué momento podremos alzar nuestra voz para combatir a
los improvisados políticos que asumen responsabilidades para las que no están
debidamente preparados? ¿Qué hacer con
tanto ministro pulpín cuya labor fusible apenas tiene una resistencia que
caduca cada 7 meses? ¿Dónde estaban (o
están) los cuadros técnicos y los equipos que nos harán crecer económicamente a
los niveles acostumbrados en el quinquenio 2006-2011, para desaparecer la
pobreza, a partir de la generación de riqueza (o preferimos la política de la
dádiva que da muy buen rédito político)?
¿Cuándo será el día en que todos marchemos contra los
políticos que en cada tuit suelen echar
basura con el ventilador de sus propias miserias? ¿Qué esperamos para reaccionar contra la
diatriba, la infamia y la mentira de los demagogos pintorescos? ¿A qué le temen, en realidad cuando vociferan
calumnias por doquier? ¿Qué ganamos al
combatir fuego contra fuego?
Estimado lector: Podemos concluir que nuestra política es
solo fiel reflejo de lo que ocurre en la sociedad y en la televisión (¡Qué
miedo!). Ahí también abundan los infieles a las
convicciones democráticas, los sacavuelteros de las normas, los canallas siniestros,
los “figuretris” demagógicos inflados con los esteroides de su propia soberbia,
cuyo show solo se arma para los reflectores. Estos hechos deberían motivar nuestro reclamo,
a viva voz, por un país con justicia social.
0 comentarios:
Publicar un comentario