Ley Universitaria: Poco Consenso, Mucho Conflicto



Autor: Wilder Calderón Castro

La nueva Ley Universitaria se ha convertido en el común divisor de estos tiempos, pues provoca pasiones encendidas y muy pocos consensos en torno a su discusión.  Antes de esgrimir nuestros puntos de vista, es necesario subrayar en torno a este tema que se encuentra en el brasero político que primero son los principios y luego de los principios, todo.   La ardorosa defensa de la autonomía universitaria y la autorregulación, se contraponen a un modelo de intervencionismo estatal trasnochado.  

No son tomadas en cuenta

Las evaluaciones internacionales y el ranking que los organismos encargados de esta tarea elaboran, son sumamente explícitos. Y un llamado de atención, que debe ser nuestro compromiso mejorar en los próximos años.  La empresa inglesa QS (Quacquaville Symonds) elaboró el correspondiente al año 2012.  La mejor institución educativa superior de la región es la Universidad de Sao Pablo (Brasil); le sigue la Pontificia Universidad Católica de Chile, luego la Universidad Esladual de Campinas (nuevamente Brasil) y la Universidad de Chile.  La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) aparece en el quinto lugar.

Ninguna universidad peruana está entre las diez primeras.  Solo figuran retrasadas, diez entre las 250 mejores instituciones del continente, el resto de universidades de nuestro país, ni siquiera han sido tomadas en cuenta.  Esa es la cruda realidad que refleja la carencia de políticas de Estado, debido a que no contamos con un norte como país en educación.
Sin educación no hay desarrollo
Es poco edificante para el orgullo nacional que más grandes empresas que están invirtiendo en el país, traigan sus propios profesionales.  Hay una gran cantidad de ingenieros, arquitectos, abogados, médicos y otros profesionales extranjeros ejerciendo en el país.  La empresas del rubro gasífero han traído profesionales de mando medio para ejecutar sus proyectos, porque en el país no los encuentran de la calidad que necesitan.  Esto no puede continuar.  Pero el remedio debe ser suministrado en dosis homeopáticas porque de lo que se trata es de sanar al enfermo; no matarlo.

Cuando vinieron al Perú, Francis Fukuyama y James Porter; nos dijeron una verdad de Perogrullo: sin educación no hay desarrollo.  Pareciera que no hemos asimilado tal apotegema.  El crecimiento económico coyuntural que tenemos, necesita ser sostenible.  Para ello, el nivel educativo es determinante.

Habida cuenta del ranking de QS (ya mencionado), la “importación” de profesionales calificados que está sucediendo en el país como consecuencia de lo primero y la urgente necesidad de darle sostenibilidad al crecimiento, lo que se espera es un diálogo sensato, sereno y constructivo.  Que no sea un obstáculo, la pasión que despierta la autonomía universitaria.

Una educación sin acuerdo nacional

Precisamente el Acuerdo Nacional (AN) se centra en cuatro grandes objetivos nacionales para el desarrollo: 1° El fortalecimiento de la democracia y Estado de Derecho; 2° El Desarrollo con Equidad y Justicia Social; 3° Promoción de la Competitividad del País; y, 4° Afirmación de un Estado Eficiente, Transparente y Descentralizado.  Sin embargo, de sus 31 políticas de largo plazo nos extraña que en el objetivo de acceso universal a una educación pública y gratuita y de calidad, sólo se señale solo el compromiso de mejorar la educación superior pública, universitaria y no universitaria.

La Autonomía Universitaria

La imposición de una nueva Ley Universitaria aprobada por una mayoría parlamentaria no es la solución.  Nuestros congresistas deben aprender a escuchar el clamor ciudadano.   ¿Acaso olvidan que la Constitución de la República, en su artículo 18, refiere que “cada universidad es autónoma en su régimen normativo, de gobierno, académico, administrativo y económico.  Las universidades se rigen por sus propios estatutos en el marco de la Constitución y de las leyes”? 

El caballazo y autoritarismo de una mayoría parlamentaria no puede borrar de un plumazo lo que dicta la ley de leyes.  Imponernos un modelo universitario chavista no es el santo remedio para solucionar una crisis de antigua data.   El debate parlamentario de la nueva Ley Universitaria, se debe centrar en perfeccionar los mecanismos para mejorar nuestra institucionalidad desde la perspectiva de la autonomía universitaria y la autorregulación que ejerce la Asamblea Nacional de Rectores (ANR). 

El Estado ha demostrado fehacientemente, que todavía tiene serias limitaciones para brindar una educación de calidad en los niveles pre-universitarios como para querer desde el Ministerio de Educación regir el destino de las universidades públicas y privadas como aparentemente la mayoría parlamentaria desea imponer, sin discusión que medie.  Aún está en debate y con resistencias la Nueva Ley de Desarrollo Docente (norma clónica de la Ley de la Carrera Pública Magisterial).  ¿Tendrá aptitud para encargarse de un nivel más?

Si de verdad tenemos vocación pedagógica, nuestros intereses personales o institucionales, deben subordinarse al interés de los alumnos.  Soy consciente que los problemas no lo resuelven solo las leyes.  Pues si así fuera eliminaríamos la pobreza por decreto.  Sin embargo, una bien elaborada, puede contribuir a ordenar nuestros esfuerzos y comprometernos  a superar estas limitaciones. 

Por el bien del Perú, la mayoría nacionalista-peruposibilista debiera promover una discusión en profundidad de la Ley, donde los diferentes estamentos de la universidad estén representados en el debate.  Está en manos de la Comisión y los otros actores, que la universidad mejore sus indicadores en una sociedad globalizada.  Hagámoslo por los jóvenes del país.

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