AL MAESTRO, CON CARIÑO...

Escribe: Wilder Calderón Castro

La labor del maestro es muy sacrificada, ¡qué duda cabe! Son los eternos postergados. En este quinquenio nos hemos trazado como meta mejorar la educación y para hacerlo es necesario elevar la condición del maestro. La ley de la Carrera Magisterial es prueba legislativa viviente. Un pueblo instruido consolida los regímenes democráticos. Sin embargo, mis reflexiones no van esta vez por una situación política coyuntural. En mis cuatro décadas como docente y promotor educativo he compartido el aula con jóvenes ilusionados en aprender. No importa si viven en el ande o en la ciudad, o si sus casas son de estera o concreto. Si su desayuno (cuando lo hay) es compuesto a base de maca, avena o trigo o de jugo de naranja, leche y tostadas con mermelada light. Si su uniforme escolar es made in Gamarra o de diseñador exclusivo. Si sus útiles escolares son comprados en el mercado más próximo o en una librería de high life. Si sus libros de cabecera (si lo tienen, por supuesto) son fragmentos de una cultura fotocopia o con empastes en cuché plastificado. Si su movilidad escolar es una mototaxi o un meche bentz. Si se sientan en ladrillos o en confortables carpetas unipersonales. Si sus pizarras dejan marcados los surcos indelebles de un tiza corriente o si son inteligentes con tecnología multimedia. Siempre existen las constantes: el brillo de sus ojos, los apetitos por labrarse un futuro diferente, las esperanzas puestas en el proceso de enseñanza-aprendizaje, la necesidad de adquirir siempre nuevos conocimientos. En realidad, tengo legiones de ex alumnos: políticos, abogados, arquitectos, periodistas, enfermeros, administradores, contadores, cheffs, guías de turismo, entre otros. La mayoría trabajan en altos puestos de la administración pública y privada. Son emprendedores y empresarios dispuestos a apostar por el país, que se juegan la vida en medio de la atroz crisis internacional. Cuando pienso en un mensaje por el Día del Maestro me vienen a la mente sus rostros cuando aún eran personajes ingenuos. Gracias por todo lo aprendido en nuestra vivencia cotidiana. Su sacrificio, su tesón, su constancia. Ellos son los verdaderos maestros, no nosotros. A ellos les deseo, en realidad, un ¡feliz día del maestro!

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